Cuando Alba y Soiree perdieron a sus padres, ambos
tenían tan solo tres años. Ninguno de los dos guardaba apenas recuerdos de
ellos.
En cualquier caso, aunque ambos gemelos recuerden que
el mayor se llamaba Alba por la palabra italiana “amanecer” y Soiree, el joven,
por la palabra francesa para “atardecer”, los padres (si las pistas no
fallaban) podrían haber sido españoles o portugueses, educados de un modo poco
ortodoxo y con mucho sentido del humor.
La razón más sólida es que el apellido Meira era muy
frecuente entre los latinos de ese origen. Se dice que los alemanes son
diligentes, testarudos e inflexibles, pero la alegría de Soiree, que no
encajaba en esa descripción, podría provenir de sus raíces familiares.
Soiree siempre está de buen humor. Nunca se preocupa
sin necesidad.
“Solo la he visto una vez y no soy capaz de olvidar a
esa bella mujer”.
Acabando su hamburguesa fría con un trago de refresco,
Soiree Meira murmura. La memoria de Soiree, que contempla el cielo mientras se
apoyaba en una barandilla oxidada, conserva la imagen de una hermosa mujer que
conoció hace un mes.
No puede evitar pensar que ya la conocía… o más
exactamente, está seguro de haberla visto antes. De hecho, está casi convencido
de que no hace un mes o así, sino mucho, mucho tiempo atrás, tuvieron algo más
que un encuentro casual.
¿Pero cuándo y dónde la conoció? Esa es la cuestión
clave que Soiree tiene entre las manos.
“¡Agh! ¡No poder recordar su nombre me está volviendo
completamente loco! Yo… yo soy Soiree, y estábamos hablando aquí…”.
¡¿Qué andas murmurando, Soiree?”.
Una voz le reprocha desde abajo cuando Soiree empieza
a quejarse al final de las escaleras de emergencias.
“¿Ya has hecho algo para fastidiar a Alba?”.
“¡Eh, a mí no me hables así, Ann! Estoy en una edad
delicada y tengo derecho a tener preocupaciones como todos, ¿no?”.
“A parte de Alba, ¿tienes otras preocupaciones?”.
Ann, que ha subido la escalera, se tapa la boca y se
ríe con picardía. Ann es una vieja amiga de Soiree desde que este llegara a la
ciudad con Alba. Para Soiree, Ann es como una hermana menor, pero ella tiende a
considerar a Soiree como un hermano problemático o algo así, y todo ello a
pesar del hecho de que Soiree tiene seis años más que ella. Para Soiree, eso es
algo que le frena un poco en su comportamiento.
“Mmm, supongo que, a diferencia de mi hermano, esas
cosas no me pegan, ¿eh?”.
“Ser gruñón no va contigo, ¿no te parece? Sí, eso es”.
“Eh…”.
“No eres un gruñón”.
La mano de Ann tiende un sobre en dirección a Soiree.
“¿Una carta para mí?”.
“Sí. La he encontrado en la grieta de la puerta”.
“No conozco a nadie que pueda enviarme algo tan
refinado como una carta…”.
Le da la vuelta una y otra vez al sobre que ha
recibido para examinarlo, pero no aparece el nombre real del remitente. Solo
lleva un sello impreso en cera roja que atrae su atención.
En él aparecen dos alas de ave de rapiña tras dos
guadañas cruzadas…
“No sé si esto es de buen o mal gusto…”.
Mientras murmura para sí, su misma sonrisa imprudente
sigue iluminando su rostro, pero sus ojos reflejan emociones más oscuras.
“¿Qué es esto?”.
Ann pregunta preocupada a Soiree mientras este examina
el contenido del sobre. Ann parece percibir el sutil cambio en Soiree, su amigo
desde hace tiempo.
“Eh… nada que tenga que preocuparte, Ann”.
Soiree le acaricia el cabello suavemente, con una
amplia sonrisa.
“Es… ¿cómo decirlo? Una invitación para algún festival
o algo…”.
“¿Un festival?”.
“¿Te refieres a que la fiesta no empezará si no
aparezco? Pues sí, es duro ser alguien tan popular”.
Tratando de quitarle peso al asunto, Soiree salta
sobre la barandilla al instante y empieza a dar piruetas en el aire,
“¡Luego te veo, Annie” ¡Me largo!”.
Soiree cae sano y salvo al suelo varios metros más
abajo, se mete la mano en el bolsillo como si nada hubiera pasado y se aleja
caminando.
“Cómo que te largas… ¡un momento” ¡¿A dónde crees que
vas, Soiree?!”.
Soiree le dedica una simpática sonrisa a Ann, que se
desliza por la barandilla.
“¡Al festival, ya te he dicho! ¡A un festival! Un tipo
como yo no puede cruzarse de brazos si lo invitan a una fiesta, ¿no crees?”.
Soiree convierte su paso por la arena en un alegre
baile lleno de ritmo. Soiree siempre se pone así antes de un combate. Su cuerpo
empieza a menearse involuntariamente movido por la emoción.
Siguiendo la melodía del berimbau que resuena en su
cabeza, se acerca armónicamente hacia Ann.
“No le digas que me he ido a mi hermano y a Noel, al
menos de momento, ¿de acuerdo? ¡Te traeré un recuerdo o algo!”.
“¡Espera! ¡Soiree!”.
La voz de Ann lo persigue, pero Soiree no se detiene.
Bueno, no hay razón para preocuparse.
Soiree cree que no va con su personalidad preocuparse
por esas cosas. Para ese tipo de asuntos, prefiere que se preocupen los que les
gusta salir serios en las fotos, como Alba.
“The King
Of Fighters, ¿eh…?”.
Soiree guarda el sobre en su bolsillo y sonríe con
malicia.
“No sé quién organiza este evento, pero si me han
invitado, tendré que unirme a la fiesta.
La imagen de la hermosa mujer que había ocupado casi
todos sus pensamientos, ya se ha desvanecido por completo de su mente, que
ahora no hace más que dar vueltas al combate.
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