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Jivatma | KOF MI2

El sol, alzándose al otro lado del Kalimantan, traza su senda recorriendo la línea roja invisible que rodea el globo para acabar ocultándose al oeste. La lluvia que caía hasta hace un instante se ha detenido, y el cielo se torna aún más rojo.
Los ojos del “hombre” observaban la puesta del sol y un escalofrío, ajeno a esta tierra de eterno verano, le recorre la espalda.
Su fría mirada es impecable, como la de un mero “observador” que trata de ser objetivo, impasible, ante todo. Aunque tuviera que hablar con alguien, la mirada del “hombre” se helaría para provocar miedos vagos e indescriptibles y destellos, como sin vida.
“Parece que hay tráfico”.
Tras un rato en la autopista, Duke escucha la voz del “hombre” en el interior de la limusina que se aproxima. Escucha con los brazos cruzados.
El “hombre” se sienta delante y su mirada se cruza con Jivatma. El conductor responde en lugar de Duke, que rápidamente mira por la ventanilla.
“Parece que hay un control más adelante”.
“¿Un control?”.
“Un pez gordo de no sé qué país importante está de visita”.
“No lo sabía. Parece que habrá retraso en el aeropuerto, ¿modificamos los planes?”.
Entornando sus ojos más aún, Jivatma mira a Duke.
“A mí me da igual”.
Duke responde con un suspiro.
“Oh, ¿así están las cosas?”.
Jivatma siente como si se diera cuenta de algo y le pregunta al conductor:
“Por cierto, ¿hay algo en este coche que pudiera retenernos en el control?”.
“Solo llevo el equipaje en el maletero”.
Esta vez es Duke quien contesta en lugar del conductor:
“Te atraparían sin necesidad de encontrar armas”.
“Que coincidencia, Tipo D, iba a decir justo lo mismo. Lo más peligroso del coche no es una bazuca o un lanzagranadas, sino más bien tú. No me digas que no es cierto”.
“…”.
Jivatma sabe de sobra que Duke odia que le llamen “Tipo D”, pero no puede evitar decírselo. Duke frunce las cejas, dejando que las arrugas delaten su enfado, pero Jivatma se echa a reír sin pensarlo dos veces.
“Por eso te confíe esta misión, por la clase de persona que eres”.
“Apuesto a que le dijiste lo mismo a esa niña”.
“A la ‘Tipo N’?”.
Jivatma cruza tranquilamente las piernas y se ríe. Duke no tenía porque hablar así, pero con Jivatma en la limusina, la situación es más tensa de lo normal. Aunque delgado, los más de dos metros de Jivatma intimidan a los que le conocen.
“La verdad es que no espero demasiado de esa niña. Por sus cualidades, podría ser educada para misiones secretas y asesinatos, pero no tiene poder para aniquilar a los participantes”.
“¿Y por qué la utilizan?”.
“Por petición de Jalange. Me pidieron que probara sus habilidades en combate real”.
Se encoge de hombros y se ríe.
“Y tengo que admitir que tengo mucha curiosidad por ver cómo utiliza la información que le he proporcionado”.
“Comprendo”.
Duke responde sin entusiasmo, tocándose inconscientemente la cicatriz del cuello. Poco después, la limusina avanza por la autopista por un paisaje rural al suroeste de Asia. Más allá del frondoso bosque se alzan enormes edificios que simbolizan la modernidad.
Saliendo del bosque con olor a lluvia reciente, el coche se abre paso entre los edificios de los suburbios, profanando sus sombras. Además de los caros coches de importación, se ven Delmans tirados por caballos por los anchos caminos.
Es muy común el contraste entre ricos y pobres, pero aquí se vive con más dureza y crueldad que en otros sitios.
El interior de la limusina no puede verse desde fuera debido al cristal tintado de las ventanillas. Pero es no impide que los niños intenten mendigarles en cada semáforo en el que se detienen. Corren desde las aceras a ofrecerles periódicos, agua mineral y frutas tropicales.
Se arremolinan alrededor de las limusinas, quieran o no sus ocupantes, para ganarse la vida. Frotándose la barbilla, Jivatma pega la cara al cristal y observa a los niños abriéndose paso y armando griterío. Frunce el gesto de manera atroz.
“Mmm…”.
“¿Qué es tan interesante?”.
“Toda esa gente… ¿cuántos lograran salir de toda esta miseria? ¿Cuántos creer que tienen fuerza de voluntad para hacerlo?”.
Sin saber a qué viene de golpe esa pregunta, Duke gira hacia Jivatma.
Anteriormente, antes de ser nombrado jefe de Mephistopheles, trabajó como agente en el grupo clandestino de asesinos “Kusiel”. Tiempo atrás, Duke había sido vasallo de Jivatma, pero ahora para Duke, Jivatma era un hombre de naturaleza desconocida.
Se suponía que era más joven que él, pero Duke no sabía ni la edad, ni el origen, ni el nombre real de aquel tipo que había sido casi 20 años el jefe de Kusiel. Había demasiados misterios en torno a los altos cargos de Addes como para poder desentramarlos.
Jivatma, notando la expresión interrogante en el rostro de Duke, aparta la mirada de los niños de fuera para observar a Duke y asiente:
“No todos los seres humanos pueden labrarse su propio futuro como tú, Duke. Tú eres uno de los elegidos, demuestra que mereces la suerte que tienes”.
“Qué locura…”.
Percibiendo algo inquietante tras las palabras del misterioso Jivatma, Duke resopla indignado y cierra los ojos.




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