Ralf tardó unos segundos en recordar quién era cuando
el estricto oficial le dijo el nombre de la persona.
“Tiene que ser…”.
El compañero junto a él se ajusta sus gafas de sol de
marca y contesta cuando va a hablar redirigiendo su línea de pensamiento.
“El científico japonés de cierto sindicato, supongo”.
Heidern asiente a las palabras de Clark sentado tras
la impresionante mesa de caoba. Ralf Jones frunce el ceño exageradamente con un
gesto de aprobación sincera.
“¿Dices que ese tipo ha desaparecido?”.
“Eso es”.
“Pero seguro que el científico se encontraba bajo una
estricta vigilancia en una instalación en Gloom Lake, ¿no te parece? ¿O crees
que ha escapado de ahí?”.
“Sé que es duro de creer de buenas a primeras, pero
así es”.
Heidern saca un informe impreso con ajustadas líneas
de tinta fina. Ralf se limita a tomar las fotos que lo acompañan y le pasa el
informe crucial a Clark.
En cuestión de personalidades para repasar un informe
así es cosa de Clark. Ralf sigue el viejo dicho: ”cada persona tiene un papel”,
como suele decirse.
A diferencia de Ralf, Clark no siente aversión por los
montones de documentos, y ahora murmura mientras repasa el informe.
“Mmm, al parecer ha habido una fuga que no solo ha
destruido todo el sistema de seguridad, sino que ha causado la muerte de todos
los guardias que había en el lugar del incidente…”.
“Un trabajo torpe y atrevido. No es el tipo de hazaña
típica de un científico insignificante y enclenque como este”.
Ralf observa al hombre con abrigo de la foto y respira
hondo. Ese payaso es listo, pero un hombre de su fuerza física probablemente
sería incapaz de escaparse de una cárcel municipal, y mucho menos de una
instalación de alta seguridad.
Y sabiendo eso, ¿cómo fue capaz de tramar su gran
fuga?
“¿Crees que contaba con ayuda…?”.
Leona, mucho más reticente que Heidern, es decir, con
más frialdad y tranquilidad, murmura en voz baja, como preguntando.
“Si alguien se lo llevó…. eso tiene sentido. Eso es
quizá lo más probable, pero que tuviera intención o no de escapar en ese
momento ahora no nos concierne”.
Heidern baja la mirada de su único ojo.
“Alguien se adentró en el laboratorio, despachó a
todos esos guardias y se llevó al profesor Makishima a alguna parte. Esos son
los hechos que importan.
El proferor Makishima es un genio científico que en su
día estuvo ligado al sindicato secreto internacional del crimen NESTS y trabajó
dirigiendo el desarrollo de Arsenal 3.
“Si es cierto que lo tienen, deberían haber freído a
ese tipo en la silla eléctrica”.
Tras oír despotricar a Ralf, Heidern hace un gesto de
asentimiento y suspira.
“No lo creo, amigo”.
Tenemos montones de datos de inteligencia acerca de
NESTS”.
“Lo único cierto es que pudimos arrestar a varios de
los miembros que quedaban de NESTS en todo el mundo gracias a esos acuerdos
legales en esos momentos”.
“Y algo que hay de cierto en la idea de usar un
cerebro superior como el de Kimishima para fines pacíficos. De hecho, se dice
que el profesor estaba colaborando con ciertas investigaciones en la
instalación de investigación de Gloom Lak, se trata de tecnología de punta que
podía evitar la crisis mundial de energía”.
“Pero desde el punto de vista de la resistencia de
NESTS, eso convertiría al profesor Makishima en un traidor que se vendió a las
autoridades. No podemos descartar la posibilidad de que esos payasos abdujeran
al profesor con ánimo de venganza”.
“O también podemos pensar que un sindicato simplemente
se fijó en las cualidades de profesor”.
“Por supuesto, también estamos trabajando en esa
hipótesis, pero por el momento, tengo otra misión que encomendarte”.
El comandante abre un cajón de su mesa y saca tres
sobres blancos. En ninguno aparece el remitente y están lacrados con un sello
rojo aterrador que representa las alas de un ave de rapiña y dos guadañas
cruzadas que recuerdan a las de la muerte personificada.
Ralf ladea la cabeza y observa los sobres.
“¿Qué
son…?”.
“Invitaciones
para The King Of Fighters”.
“¿KOF?”.
Ralf emite un grito de forma voluntaria. Hasta el
impasible Clark parece un poco sobrecogido, frunciendo el ceño tras sus gafas
de sol.
“¿Quién volvería a patrocinar algo así?”.
“Bueno, además de eso, tu misión será investigar
posibles conexiones con el presente incidente. Tenemos información de Axe
Platoon que sugiere que cierta organización está operando entre bastidores este
torneo”.
“Parece que vamos a realizar las mismas
investigaciones secretas de siempre… supongo”.
Chasqueándose los nudillos, Ralf deja escapar una
sonrisa desenfadada. En vez de emplear la labor de a pie para investigar esto o
aquello, este tipo de misión es el idóneo para alguien como Ralf. Lejos de
mostrarse descontento con la misión asignada, Ralf la acepa con los brazos
abiertos.
“¿Alguna otra pregunta?”.
“¡Señor, no señor!”.
Ralf se cuadra sin tan siquiera tratar de esconder la
sonrisa de su rostro.
“Ralf Jones, Clark Still, Leona Heidern, ¡ustedes tres
son los encargados de llevar a cabo esta misión de investigación secreta!”.
Ralf, repitiendo la misión asignada a gritos, sale de
la oficina de un oficial que comprende el significado de la máxima “cada
persona tiene un papel”, seguido de cerca por sus compañeros.
“¡Bien! ¡Adiós a la aburrida mesa de trabajo por
ahora!”.
“O sea, ¿subir los pies encima y echarte una siesta es
tu idea de mesa de trabajo? Te envidio”.
Clark repasa con impaciencia las carpetas mientras
camina a buen paso. Al parecer, esa dosis de sarcasmo no ha sido más que un
acto de reflejo.
Por otro lado, Leona adopta una expresión que, como es
habitual, no da ninguna pista de lo que piensa. Si se riera alguna vez,
derretiría hasta el corazón más cruel, pero pocos lo han podido ver.
Cuando los tres se reúnen, Ralf sabe que pueden
ejecutar hasta la misión más difícil. Sus logros militares hasta la fecha dan
fe.
Apretando los puños que tanto han destacado en
combate, Ralf ríe con todas sus ganas.
“Bien, pues… ¡otra vez nos toca ir a aplastar unas
cuantas cabezas!”.
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