El patio del dojo de Kim, en un suburbio de Séul.
“El maestro Kim parece apenado”.
“Ah, yo he pensado lo mismo”.
Durante una pausa en el duro entrenamiento para poder
recuperarse, Chang y Choi se secan el abundante sudor a la sombra de un árbol
milenario y susurran sus impresiones mientras observan a Kim mudo ante el saco
de boxeo.
“Algo lo tiene preocupado”.
“Parece que trama algo, ¿eh, amigo? Como si estuviera
ausente, ¿no?”.
“Puede que sea una gran ocasión para escapar…”.
“Eh, tu primero, Chang. Yo iré detrás de ti si lo
consigues”.
“Em, supongo que hoy no es el mejor día para hacerlo,
¿no?”.
“Sí, puede que tengas razón”.
Ambos comparten el recuerdo de cuando fueron puestos
bajo la tutela de Kim. Desde entonces, habían intentado escapar en incontables
ocasiones. Ahora parecía un buen momento para intentarlo de nuevo, pero seguro que
él conseguiría desbaratar todos sus planes.
“¿Qué crees que le preocupa al maestro Kim?”.
“Pues…”.
Choi se encoge de hombros y se rasca la barbilla,
“A mí me parece que Kim está pensando si enviar a su
estudiante, Lim, a KOF”.
“Ah, ya veo. No lo pensó tato cuando nos hizo
participar a nosotros… ¡qué idiota!”.
“No estamos al nivel de Lim, Chang. ¡Deberías
saberlo!”.
Choi le da a su compañero un toque alentador en el
hombro con sus largas garras y añade:
“Por muy bien que lo haga Lim, sigue siendo una chica.
Además, los amigos del maestro se la han confiado a su cuidado, ¿no es cierto?
Eso preocuparía a cualquiera, ¿no crees? El próximo evento es…”.
“Sí, ya te entiendo”.
Hasta unos matones del tres al cuarto como Chan y Choi
saben que este KOF podría resultar el más peligroso. Quién va a saberlo mejor
que los de su condición. Y si intuyen que hay mano oscura detrás de todo, Kim
también debe de percibirlo,
“Debe de estar devorándole el alma, ¿no te parece?”.
“Eso espero”.
Los dos compañeros se miran con picardía, sonríen y se
levantan.
“Eh, maestro Kim”.
“¿Eh? ¿Qué quieren?”.
“¿Y si deja de pensar en enviar a su estudiante,
entrenar a otra generación de guerreros y todas esas cosas? Si usted quiere ir,
vaya”.
“Sí, eso es. Eh, maestro, sabemos que le preocupa el
bienestar de Lim”.
“Chicos”.
Kim, con los brazos cruzados, los mira con frialdad. ¿Qué estarán tramando estos dos?
Su rostro refleja sorpresa ante tanta “preocupación”.
Chang se rasca la punta de la nariz con una garra y deja escapar una risa.
“Eh, hemos estado a su lado todo este tiempo, por si
no lo sabe. Creo que hemos aprendido a conocerle. Sabemos que se muere por
vigilar la actuación de Lim junto a ella, estar a su derecha en el cuadrilátero
y no perderse detalle, ¿me equivoco?”.
“Y si tanto le preocupa, ¿por qué no participa usted
mismo? Recibió una invitación, ¿no es cierto?
“…”.
Tras contemplarlos en silencio, sonríe y les da una
palmada en el hombro,
“Bien dicho, chicos. Me alegra ver que ahora son tan
considerados…”.
“No, todo se lo debemos a sus esfuerzos pedagógicos,
¿eh, Choi?”.
“¡Exactamente!”.
“¡Así que no tiene más que dejarnos a cargo del dojo e
irse enseguida a KOF!”.
“Pero Chang, Choi…”.
Kim les pregunta pausadamente sin dejar de sonreír:
“Tengo una duda… ¿no estarán planeando hacer que me
vaya con Lim para escapar del dojo?”.
“¡Pero qué tontería!”. ¿Por qué íbamos a hacer eso?
¡Me siento insultado! ¿Tú no, Choi?”.
“¡Por supuesto, amigo! ¿A quién se le ocurriría que
íbamos a escaparnos en su ausencia, maestro Kim? ¿Quién sería capaz? ¿Quién?”.
De repente, ambos empiezan a sudar a borbotones. Las
manos de Kim sobre sus hombros parecen pesar como nunca, y los dos niegan con
la cabeza de puro pánico. Kim observa a esos dos rufianes incorregibles.
“…”.
Tras un largo silencio, Kim termina por aceptar.
“Está bien”.
“¿Eh? ¿Entonces nos cree? ¿Y el dojo?”.
“No voy a hacer locuras. Le dejaré el dojo a Jhun, él
cuidará de ustedes dos. Continúen son sus entrenamientos cuanto no esté”.
“¡¿Qué?!”.
“No hablará en serio, ¿no?”.
Chang y Choi no pueden contener un chillido que provoca
en Kim un gesto de desconfianza.
“¿Qué demonios significa esa reacción? ¿No será que…?”.
“¡Qué va! ¡Sé lo que piensa, pero se equivoca!”.
“Sí, nos preocupaba que estuviera preocupado, y como
todo era tan… preocupante…”.
“Está bien, les creo”.
La mirada amenazadora se convierte en una jovial
sonrisa, y vuelve a tocarles el hombro.
“Gracias, chicos”.
“¿Qué?”.
Con la mirada incrédula de los dos clavada en la
espalda, Kim vuelve al saco y lo ataca con una serie de ágiles patadas. Muestra
un entusiasmo totalmente inusual. Esta vez, podrá finalmente luchar por sí
mismo.
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