Duke tiene una extraña sensación en los dedos. No
tiene que mirar al espejo, es el contrato que hizo con el diablo.
“Jalange dice que es imposible arreglar las cosas
contigo. ¿Son muy malas noticias?”.
Sentado en una esquina oscura del vestíbulo, Duke se toca
su enorme cuello y se estremece ante el inesperado golpe.
Se escucha un trueno y un fugaz relámpago ilumina la
oscuridad de la plaza por un instante. La tormenta se acerca.
“¿Tú?”.
Duke mira sobre su hombro y ve una figura esquelética detrás
de él. Observándolo, entorna expresivamente la mirada,
“No me van a aplicar…ningún reajuste”.
“¿Seguro?”.
“Sí, y no volverás a sentir un despertar tan
nauseabundo. No se puede comparar ni con la peor resaca”.
Duke cierra su enorme mano hasta convertirla en un
puño. Deja escapar una risa salvaje.
“Resaca… no bebo, así que no es un buen ejemplo”.
Duke murmura con indiferencia en la plaza vacía.
“No entiendo nada, pero esta será la última
oportunidad que tengas”.
“¿Pretendías que te agradeciera tu generosidad?”.
“No. Nuestra organización no espera gratitud ni
lealtad, solo resultados. Tipo D”.
“No me llames así”.
La sonrisa de Duke se desvanece y una expresión de
rabia cruza su rostro”.
Vuelven a oírse truenos y Duke consigue aplacar su ira
con el estruendo de la tormenta”.
“Me llamo Duke…”.
“Perdona, pero el hecho de que no tiene futuro es algo
difícil de debatir, Duke”.
Se inclina ante él sin malicia alguna.
“Has perdido Mephistopheles, confiado por Addes a tu
cuidado, junto con la base de South Town. Si fracasas en tu próxima misión…”.
“Ya basta”.
Duke interrumpe al oficioso enviado y se dispone a
entrar en acción mientras se pone la chaqueta.
Las heridas sufridas en el último combate están casi recuperadas
pero quedan cicatrices. Duke aún no está en forma.
El hombre llama a Duke, ya saliendo de la plaza.
“Me alegro de que me entiendas, tu lugar a los pies de
los Hijos de Kokaviel volverá a ser tuyo. ¡No pierdas esta ocasión!”.
“Otra oportunidad en combate. Es una decisión muy
generosa de Addes, pero solo tengo una pregunta”.
Duke se detiene y pregunta inmóvil mientras escucha el
sonido de la lluvia.
“Hace veinte años, yo…”.
“¿Veinte años? ¿Qué?”.
“No, nada…”.
Duke quiere decir algo pero, a media frase, sus
palabras pierden claridad y comienza a gruñir como si hablara a una bestia.
“Una vieja historia. No tiene sentido recordarla
ahora”.
“No sé cuál es tu pregunta, pero los humanos deberían
centrarse en el futuro”.
Duke abre la puerta de la plaza, que cruje
estrepitosamente mientras las palabras del hombre siguen sus movimientos.
“La ida es demasiado corta para pensar en el pasado.
Vuelve a alcanzar la gloria y disfruta mientras dure. Disfruta de tu vida,
Duke”.
“Mmm, pareces demasiado despreocupado”.
Con una mueca de desprecio, Duke sale de la plaza.
Junto al sonido de lluvia, los pasos de Duke resuenan
en el vestíbulo vació. El eco se apodera del castillo, como si estuvieran en
ruinas.
“Es una vieja historia, ¿para qué volver a
recordarla?”.
Duke repite sus palabras para reafirmarse cuando repentinamente
cae un relámpago que le deslumbra. Aunque dé lo mejor de sí en el próximo
combate, nunca conseguirá lo que desea. Todas sus ilusiones se han disipado en
el transcurso de dos décadas. Lo pasado, pasado está.
Duke lo ha asimilado hace tiempo. Lo sabe, pero el
hecho es que pelear es el único camino. Y así, Duke se adentra en la tormentosa
tarde para destruir a sus enemigos.
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