Nightmare Geese | KOF MI2

El brillo de un cartel de neón ilumina una sucia habitación de hotel, donde un hombre se apoya contra la pared, con las piernas sobre la cama.
Una lata vacía llena de colillas descansa sobre la repisa, junto a un paquete de cigarrillos vació. Junto a la carretera, zumba el cartel de un tétrico club, encendiéndose y apagándose.
“…”:
Un dardo se clava en la diana que cuelga de la puerta. Una simple deducción, basada en el número de cervezas vacías del suelo, puede hacer pensar que este hombre está borracho.
Pero no le falla el pulso a la mano que sostiene el dardo. Apunta a la diana sin rastro de intoxicación, con mucha sangre fría.
“Esto no va a durar”, murmura mientras el dardo hace diana. Un garrote articulado atado con una cinta con un diseño de la Unión Jack descansa sobre la mesa, junto a la cama.
Cualquiera sabría, al ver esto, quién es el que se aloja en este hotel de mala muerte.
Al acabar, el hombre cubre su pelo corto y rubio con la pañoleta, coloca su garrote bajo el chaleco, y sale.
“Todos caerán…”.
La habitación de la que acaba de salir está repleta de artículos de periódicos sobre el descenso de la violencia en el hampa.
Cae la lluvia sobre la lápida con el nombre de Geese Howard inscrito en ella. Billy Kane está de pie ante la tumba vacía, con flores en la mano, y alza la mirada sobre el horizonte.
Más allá del distrito comercial, de color gris por la lluvia, se alza sobre la ciudad un rascacielos imponente.
Geese Tower, así es como llama la gente al edificio que aún es el más alto de la ciudad, aunque ahora esté en ruinas. Pero la gente tiene poca memoria y el pasado pierde la batalla contra el presente. Billy odiaba a la gente por eso.
“Esto no va a durar”.
Repitiéndolo como si fuera una letanía, Billy se dirige hacia el lugar de South Town más cercano al cielo.
En la última planta de la torre, una estatua gigantesca de Deva se alza sobre el suelo en el que Geese ordenaba a la gente por diversión. Este también fue el lugar desde el que saltó a su muerte.
Bajo la lluvia, Billy le frunce el ceño a la gris ciudad desde la ventana rota en el que acabó la ambición de Geese.
“Aunque todos ustedes, escoria, hayan olvidado, yo no…”, gruñe Billy con resentimiento mientras la lluvia lo acaricia.
“Y los haré recordar a todos, recordarán, a quien pertenece este lugar”.
Billy sonríe con malicia a su propia amenaza.
“Por supuesto, solo te reirías con frialdad si me escucharas murmurar cosas”.
El fantasma del gran villano aparece sobre la dilapidada escena de su pasada gloria.
“Yo… no he cejado en mi inquebrantable lealtad”, dice Billy mientras se quita la pañoleta y la guarda en su bolsillo.
“Y no me arrepiento ni por un momento. Ahora pido que me dejes hacer lo que creo adecuado”.
Billy camina sobre un charco en un callejón perfecto para que los perros callejeros aúllen y acudan a él bajo la lluvia.
“¿Cómo es posible que escoria como tú vague por la ciudad cuando él está muerto? ¿Cómo? Ilumínate, Terry”:
Billy se pasa el bastón de su hombro de mano a mano con velocidad. Mirando a los ojos de Terry, que apenas desvía el golpe, dice:
“¡Este no es sitio para que te pasees como si fueras el dueño del lugar!”.
“Billy, ¿sigues poseído por ese demonio de Geese?”.
Sin doblegarse ante la mirada asesina de Billy, Terry Bogard lo observa con tristeza. Su empatía solo aumenta la rabia de Billy.
“¡Cállate! ¿Cómo te atreves a nombrarlo con tanta insolencia?!”.
Billy golpea el empeine de Terry con su garrote articulado. Él evita habilidosamente el golpe, pero el ataque de Billy es incesante.
“¡Iii-yah!”.
Apoyado sobre su garrote en el suelo, salta como si lo hiciera con dirección a Terry y cambiando su guardia le lanza una ráfaga de patadas.
“Uuu-ah…”.
“¡Terry!”.
Justo cuando Billy prepara su ataque, Rock se interpone entre ambos y los separa.
“¡Esto no es propio de ti, Terry! ¿Por qué te comportas así?”.
Rock se prepara para la batalla mientras mira a Billy con asco.
“Este niño sin duda ha madurado…”, murmura Billy sin preocuparse por su bastón.
“Enséñame lo que sabes”.
“¿Qué?”.
“¡Rock Howard, demuéstrame si realmente tienes su sangre, si de verdad eres su hijo!”.
En ese momento, los ojos de Rock se tiñen de un rojo intenso.
“¡Yo no soy hijo de ese hombre!”.
Rock salta sobre Billy con sus puños brillando al rojo vivo. Una sonrisa se dibuja en el rostro de Billy mientras se prepara para contraatacar.


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