Las mañanas de la casa Sakazaki comienzan temprano.
Ryo Sakazaki, tras completar 10 kilómetros campo a campo, se quita la cazadora
y, una vez equipado con su ropa deportiva, empieza a practicar calistenia en el
jardín.
Tras una completa sesión antes del desayuno, pasa al
trabajo como maestro de dojo junto a sus estudiantes y continúa su
entrenamiento cuando todos se van. Empieza a entrenar antes que nadie y es el
último en terminar; así es el entrenamiento de Ryo Sakazaki.
Y más ahora que se le conoce como el “Dragón
Invencible”, pero no es un genio en los combates. Si hay alguien capaz de hacer
todo a la perfección, ese es el amigo de Ryo, Robert Garcia, alguien a quien sí
se podría calificar de genio, y si hablamos de aprendizaje rápido e
inspiración, la hermana pequeña de Ryo, Yuri, también podría ser considerada
una especie de genio, pero por desgracia, Ryo no es más que un patán comparado
con ambos.
Como peleador, su única grandeza es en no considerar
su inagotable esfuerzo como verdadero sufrimiento, y siendo este uno de sus
talentos, probablemente pueda decirse que Ryo es un genio entrenando.
“Guau”.
Después de continuar con mil puñetazos a izquierda y
derecha, cambiando de lado a lado sin descanso, Ryo deja escapar un suspiro. El
sudor cubre su torso desnudo, pero aún le queda cuerda. Para Ryo, todo esto
solo es parte de su entrenamiento diario.
Sentando en el porche, Ryo toma una carta mientras se
seca el sudor con una toalla. La carta es de Robert desde Italia y no recuerda
cuántas veces la ha releído.
La noticia de la devastación en South Town como
resultado de las guerras del hampa ha cruzado el Atlántico para llegar hasta
Italia. Desde que se enteró, Robert está preocupado por Ryo y su familia, pero
como está ayudando a su padre en este momento, no puede ir a Estados Unidos y
no sabe muy bien que debe hacer. Eso es en resumen lo que dice la carta.
En primer lugar, lo que probablemente le preocupe más
a Robert es Yuri, y Ryo y Takuma son simplemente parte de la ecuación.
Ryo entiende y sonríe con su ironía al devolver la
hoja a su sobre.
“Hasta los vástagos tiene sus propios problemas de
vástagos, supongo. Espero que no se haya oxidado alejado del fragor de la
batalla”.
Aunque Robert ha empezado a ejercer como el próximo
líder del consorcio Garcia, no puede decirse que haya abandonado el karate
kyokugen. Sin embargo, probablemente no puede permitirse el mismo tipo de
temeridades que cuando estaba en Estados Unidos y es difícil sacar tiempo con
un programa tan apretado.
No es sencillo dedicar estoicamente su tiempo al
karate como Ryo, pero tratar de dividir sus horas como miembro de un consorcio
y como peleador tampoco era fácil.
“¡Ryo!”.
Justo cuando Ryo se decide a seguir el entrenamiento,
Yuri sale de la casa principal. Su expresión es inusualmente seria.
“¿Qué ocurre, Yuri?”.
“¡Echa un vistazo! ¡Mira esto!”.
Al ver los dos sobres que Yuri le da, la expresión de
Ryo también se ensombrece.
“¿Es…?”.
“Estaba limpiando el dojo hace un momento y alguien los
lanzó por la ventana de repente. Corrí a mirar, pero cuando salí ya no había
nadie”.
“Según parece no se indica ningún remitente….
Uno va dirigido a Ryo y el otro a Yuri, pero ni rastro
de quién ha podido enviarlos. Tan solo el sello con alas de un ave de rapiña y
las guadañas de la muerte personifican con lacre rojo la peligrosa naturaleza
del remitente.
Ryo frunce el ceño y mira el contenido del sobre.
“Es…”.
The King Of Fighters se celebrará…
En la invitación de anuncio del torneo inscrita con
concisión, no se menciona el nombre del patrocinador, solo que le gustaría
contratar los servicios del célebre Ryo Sakazaki durante el torneo. El sobre
incluye un pase para el lugar del primer enfrentamiento del torneo y nada más.
“Parece que en mi sobre también hay lo mismo”.
Yuri se encoge de hombros y abre el sobre dirigido a
ella.
“Vaya, vaya”.
La invitación no resulta muy considerada, pero a Ryo
no le extraña en lo absoluto. A juzgar por los datos obtenidos, se puede
deducir fácilmente que el torneo no lo dirige un patrocinador respetable. En
primer lugar, los torneos con el título The King Of Fighters celebrados hasta
ahora que haya organizado una persona honesta, se cuentan con una mano.
Para habituales participantes como Ryo y su familia, acudir
al evento es siempre asumir que algo ocurre clandestinamente. Ryo sonríe al
observar el pase incluido.
“Parece que este año el torneo no se va a celebrar en
South Town, sino que tendrá lugar en varias partes de todo el mundo”.
“¿Crees que alguna banda vuelva a patrocinarlo?”.
“¿Te refieres a ‘Mephistopheles’?”.
“Sí”.
“No, creo que podemos descartarlos. Su jefe Duke fue
vencido, y supuestamente la organización se desmoronó hace tiempo”.
Ryo deja la toalla y la invitación a un lado en el
porche y se prepara para retomar sus ejercicios.
“Y es más, no creo que esos matones tengan capital ni
capacidad para dirigir un torneo a gran escala por todo el mundo como este”.
“¿Y quién será el patrocinador?”.
“Ni idea, supongo que será una organización más grande
y capaz tal vez”.
Es un placer ver a Ryo dar puñetazos al aire,
emitiendo un leve sonido al cortar el viento. La imaginación de Ryo comienza a
evocar vividas imágenes en sucesión de los valerosos rivales a los que se ha
enfrentado en su entrenamiento.
En realidad, a Ryo no le importa el patrocinador ni
sus motivos. Lo importante es el imponente grupo de peleadores que se reunirá
en el torneo.
“Sea el patrocinador que sea, mis intenciones siguen
siendo las mismas”.
Ryo murmura para sí manteniendo su postura lanzando
puñetazos. Mostrar al mundo el poder del karate kyokugen y ganar… esos dos
objetivos son lo único que Ryo tiene en la cabeza.
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