Leona fue descubierta por el enemigo justo después de
colocar los explosivos en los lugares designados y tras haber activado todos
los temporizadores.
“…”.
Con las sirenas sonando, Leona va a dar
silenciosamente con un grupo de soldados que le corta el paso, apuntándola con
sus armas.
“Gaaaah…”.
Leona esquiva la primera tanda de disparos gracias a
la lentitud exagerada de los soldados enemigos, algunos de los cuales disparan
a los suyos. El color anaranjado de las luces de emergencia se alterna con el
negro de la noche, con un toque del rojo intenso de la sangre derramada.
Apuñalando al enemigo con su arma, más afilada que
cualquier cuchillo de combate, Leona elige su ruta de escape y huye
desesperadamente. En cuestión de minutos, los innumerables explosivos que había
colocado explotarían en cadena y el plan de ataque que aguardaba la señal de la
columna de humo que indicaba la flamígera detonación se pondría en marcha. Si
se paraba ahora podría atraparla la primera explosión.
“Ahh, ¡bah…!”.
El hombre que le esperaba a mitad de su camino exhaló
un quejido y se desmoronó al suelo, dejando volar por los aires la
ametralladora que empuñaba.
Leona extendió el brazo para agarrarla en el aire y
apretó el gatillo agitándola de un lado a otro como si fuera una almohada. Como
todos los que la rodeaban eran enemigos, no tenía que preocuparse de su
objetivo.
La ráfaga de disparos de la ametralladora era un
relámpago en la oscuridad, y uno a uno, los soldados fueron cayendo. Sacando
partido del caos que reinaba, Leona echó a correr de nuevo.
Cuando el cargador de la ametralladora se vació, usó
el arma como objeto cortante para destrozarle la cara a un soldado más, y
utilizó su cuerpo como escudo para atravesar sin dificultad un grupo enemigo
evitando sus disparos.
“Largo de aquí si no quieren morir”.
Dirigió esta sincera amenaza a los soldados que ya
había dejado atrás gracias a su portentosa velocidad, mientras les lanza como
medida preventiva uno de sus pendientes de plata.
Casi inmediatamente, el pendiente explota liberando
una brillante nube de magnesio y los soldados se tapan los ojos el tiempo
suficiente para perder de vista a Leona.
Solo habían transcurrido tres minutos tras la
explosión. El cielo azul había empezado a iluminarse de bermellón para luego
teñirse de negro, y la visión de numerosos helicópteros enormes sobrevolando la
zona recordaba a una bandada de buitres acechando un cadáver en el desierto
para saciar su hambre.
Al dirigir su mirada ausente al cielo, Leona piensa en
si los soldados que huían habrían logrado escapar de la explosión.
Aunque la deflagración no les hubiera atrapado, su
ventaja numérica una vez llegados los refuerzos terminaría por acabar con
ellos. Incluso si hubieran logrado encontrar un rincón a salvo de los
explosivos en el lugar más recóndito de la base, cuando se vieran atrapados por
los disparos del ataque sorpresa no tendrían la más mínima posibilidad de
ganar, aun con la superioridad de su armamento.
Y si tiraran sus armas y se rindieran, les esperaba un
duro interrogatorio y toda la vida en un centro de detención. El castigo a
aquellos que así habían logrado destruir gobiernos de todo el mundo, no se
reduciría durante una buena temporada.
“¡Atención! ¡Buen trabajo, soldado!”.
Ralf y Clark, mezclados con los soldados totalmente
armados que habían bajado del helicóptero, llamaban a Leona, que seguía absorta
en sus pensamientos.
“Parece que has logrado salir en una sola pieza”.
Ralf se desata la banda roja que lleva anudada a la
muñeca y sonríe. Mientras le limpia la sangre, el hollín y las cenizas de la
nívea frente, Ralf le regala otra de sus sonrisas.
“¿Qué tal te ha ido todo, cenicienta?”.
“Aquí tengo la copia de la base de datos principal”.
Leona se saca un solo disco del bolsillo de su
chaqueta militar y se lo da a Clark, en vez de a Ralf. Leona sabe de sobra que
algo de ese calibre va dirigido al diligente Clark, y nunca al patoso de su
compañero.
“Me descubrieron durante mi incursión y no pude sacar
todo, pero es seguro que al menos he guardado varias grabaciones de
comunicaciones”.
“Lo has hecho fenomenal”.
El silencioso mercenario que nunca se quita las gafas
de sol se guarda el disco en un compartimiento de su traje antibalas y ríe
satisfecho.
“Era la mayor organización de las que quedaban de
NESTS, y parece que vamos a poder acabar con el resto una a una”.
“Eso espero”.
Recogiéndose el cabello con su banda, Ralf estudia su
entorno.
“Esos tipos tenían una base gigantesca en mitad de
este desierto”.
“Supongo que no es más que otro indeseable legado de
NESTS”.
Clark se sube las gafas de sol y asiente.
“Hemos podido identificar más o menos las ubicaciones
de sus divisiones por el mundo gracias a los integrantes que detuvimos, pero no
sabemos dónde están todas. Aparte de esta base, si hay bases menores, podría
quedar un número indeterminado”.
“Odio jugar al ratón y al gato”.
“Pues no te queda de otra. Es también parte de nuestra
misión”.
“Si esta va a ser nuestra misión, la próxima me
gustaría repartir golpes sola”.
Sin pensarlo, Ralf pone su mano sobre la cabeza a
Leona y le revuelve su cabello azulado. Aunque Leona lo está mirando, Ralf
parece inconsciente de estar tocándole el cabello… con demasiado cariño, en
opinión de Leona.
“Odio tener que poner a mi princesa en constante
peligro. Cuando localicemos la próxima base enemiga, yo seré quien se encargue
de infiltrarse”.
“Ni lo sueñes, amigo”.
Leona contesta mientras se acomoda el cabello. Al
escuchar su orgullosa respuesta, Ralf frunce el ceño y replica.
“¿Disculpa? ¿Qué has querido decir?”.
“No lo conseguirás, Capitán. Te harían pedazos en
medio segundo”.
“¿Eeh? Mira, guapa, yo…”.
Volviéndole la cara a Ralf, que farfullaba airado,
Leona se acaricia el cabello alborotado por la brisa y contempla la base
envuelta en humo negro. Con el escuadrón recién aterrizado, aun no puede
distinguir las siluetas de los soldados que hay que desalojar de la base.
Se pregunta si quedará alguno con vida… ya no tiene
sentido plantearse esas dudas. En ese momento, Clark la llama desde el
ordenador y Leona se echa suavemente el cabello hacia atrás.
“Leona, tenemos órdenes del comandante. Quiere que
vuelvas con nosotros al cuartel de inmediato… para que tenemos otra misión”.
“Recibido”.
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